Medios estadounidenses como Huffingtonpost o The New York Times, e internacionales como la agencia Reuters o Bloomberg entre otros, se muestran agitados estos días ante la crisis que parece estar desarrollándose en una de las compañías que históricamente se han considerado iconos de Estados Unidos en todo el mundo, y es que ¿quien no conoce el legendario logo rojo y amarillo de Kodak?.
Es posible que esta imagen cotidiana, muy pronto, quede viva únicamente en el recuerdo, ya que hay una gran variedad de editoriales y artículos que relatan el camino hacia la tragedia que ha llevado esta compañía en los últimos 20 años y como su larga historia, de 131, podría estar muy próxima a su fin. Sus acciones se hunde en la bolsa y los rumores de bancarrota del gigante americano conmocionan los Estados Unidos.
Ciertamente estamos ante la “crónica de una muerte anunciada”, sin embargo muchos albergaban la esperanza de que el gigante de la película fotográfica de la caja amarilla fuese capaz de dar un giro a su modelo de negocio, adaptándose a nuevos mercados. Todavía no es un imposible, ciertamente, Kodak no ha depuesto por el momento las armas y en los últimos años ha buscado un mercado en el que hacerse hueco. Con la caída en las ventas de carretes fotográficos, gracias a la irrupción de la cámara digital, el provechoso mercado que aun conserva Kodak es el del film con el que se rueda en Hollywood, del que obtiene grandes beneficios, que invierte en dar el tan necesario giro a su negocio.
Como ya he comentado, el inicio del calvario del gigante Kodak viene de la mano de las cámaras digitales, que se han popularizado desde finales del siglo pasado, sin embargo, este ingenio que robó los clientes a Kodak, es irónicamente un invento de esta misma marca, la cual sin embargo no ha sabido explotar, más allá de conservar algunas sustanciosas patentes.
El giro que la directiva pretende dar al negocio no es ninguna quimera, sin embargo la realidad es que los mercados no confían en su éxito, sino que ponen el acento en que la empresa ha estado invirtiendo inmensas sumas de dinero, a fin de innovar en nuevos mercados como son las impresoras “inkjet” (de las que son lideres tecnológicos) o en “software” para empresas, con escasos resultados en comparación a la inversión. La realidad pasa por que la famosa empresa se encuentra absolutamente fuera de mercados en evidente auge, relacionados con su medio habitual, como son las cámaras para móviles. En este contexto el hecho es que sus acciones en bolsa han pasado a pagarse a 1,24 dólares esta misma semana, con lo que la empresa habría perdido tres cuartas partes de su valor, pese a la sustanciosa mejoría en las ventas de sus impresoras, que el New York Times estima en un 48%.
La mala situación comienza a golpear a la nomina de empleados, muy reducida ya, que en esta ocasión estaría a punto de enfrentarse a recortes tan controvertidos como los que se llevarían a cabo en su seguro de salud, imprescindible en Estados Unidos, o en los salarios, pagas y seguros de sus trabajadores retirados.
Robert Shanebrook, trabajador de Kodak durante 35 años, ha confesado: “si usted me pregunta hace diez años, yo diría que no pensaba que esto fuera posible” en alusión a la situación financiera por la que atraviesa la firma. Declaraciones como estas pueden dar una idea del shock que la posible bancarrota de Kodak podría suponer para la economía estadounidense, sin embargo, no podemos desestimar los efectos culturales que habrían de producirse en caso de que esta finalmente se produzca. El colapso de un símbolo del poderío tecnológico estadounidense podría ser anímicamente devastador para varias generaciones de norteamericanos, un golpe a la moral del país, de la que es bien conocida su influencia en la economía. Sin embargo, en caso de que finalmente los Estados Unidos pierdan otro icono mundial, podrán consolarse pensando: siempre nos quedará CocaCola.
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